Una nueva idea quiere convertir un poquito
más a los edificios en seres vivos, que interactúen con el medio para
garantizar el máximo confort interior.
La biomimética se aplica a las fachadas de
los edificios para permitir características variables de aislamiento térmico,
acústico, control solar e intimidad. El proyecto Breathing Skins se basa en la
manera en que las pieles orgánicas ajustan su permeabilidad para adaptarse al
entorno. Además, el cambio también proporciona un efecto muy atractivo a nivel
estético, cambiando la relación entre el interior y el exterior a lo largo del
día.
La respiración se consigue aumentando o
encogiendo el tamaño de las aperturas repartidas por la superficie, tal y como
hacen lo poros de la piel. Hay unas 140 entradas de aire por metro cuadrado de
fachada, cada uno de los cuales constituye un músculo neumático. Hinchándose y
desinflándose a la vez, los poros definen la permeabilidad de la fachada,
permitiendo el paso del aire, la luz y las vistas en función de las necesidades
o las preferencias del usuario.
La tecnología es muy sencilla: los músculos
neumáticos se encuentran entre dos láminas de vidrio y sólo necesitan una
pequeña diferencia de presión para “respirar”. El autor afirma que funciona con
muy poca energía y que la ausencia de componentes tecnológicos proporciona una
imagen limpia.
La estética es muy potente, entre el
dinamismo y la sinuosidad del conjunto. Hay bastante libertad: las burbujas
pueden ser planas o curvas y la piel transparente u opaca. Para el futuro se
contemplan más opciones como distintos colores, proyecciones o serigrafiados.
La idea empezó con el doctorado de Tobias
Becker en la Unversidad de Stuttgart, que pudo materializarse gracias a
patrocinadores industriales e institucionales. Ahora tiene un showroom en
Mandelbachtal, Alemania.
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