Al menos 272 personas fallecieron por el
sismo.
FOTO EL TIEMPO
“Yo estaba caminando con mi mamá y sentimos
el temblor, las luces se apagaron, fue feo para mí. Pensé que era el fin del
mundo y dije: ‘acá se acabó todo’”.
Así relata Elías Gómez, un niño de nueve
años, cómo vivió en Guayaquil el terremoto de 7,8 grados escala Richter que
golpeó el sábado en la noche el Pacífico de Ecuador y que deja, al cierre de
esta edición, al menos 272 muertos, entre ellos seis colombianos, 2.068 heridos
y cientos de desaparecidos.
El sismo, que representa un gran golpe a la
infraestructura y economía del país, recuerda el 12 de diciembre de 1979 cuando
un movimiento de 7,9 grados mató a al menos unas 800 personas, el más
devastador de la historia de Ecuador. En Colombia también fue brutal: aún se
recuerda con dolor el sismo y maremoto de Tumaco.
El terremoto, registrado a las 6:58 p.m.
(hora local, misma colombiana), tuvo como epicentro las costas ecuatorianas
entre las poblaciones de Muisne y Pedernales y se ubicó a 20 kilómetros de
profundidad. La ciudad de Manta, la cuarta más grande del país y el balneario
de Pedernales fueron las localidades que más sufrieron el impacto y a donde se
está destinando la mayor parte de recursos, pues en el caso de esta última,
prácticamente se acabó con el poblado.
El sismo del sábado es considerado 20 veces
más fuerte y liberó más energía que el sentido, la víspera, en Japón, según
David Rothery, profesor de Geociencias Planetarias de la Open University.
También se sintió en ciudades del territorio colombiano como Pasto, Popayán,
Cali, e incluso en edificaciones altas de Bogotá.
Las provincias de Guayas, Manabí, Esmeraldas,
Santo Domingo de los Tsáchilas, Santa Elena y Los Ríos fueron declaradas en
emergencia. El estado de excepción rige en todo el territorio ecuatoriano. El
presidente Correa, que estaba en el Vaticano, regresó y visitó anoche Manta.
Como el niño Elías, cientos de guayaquileños
sienten todavía miedo por las réplicas del terremoto que hizo desplomar un
puente vehicular en la Avenida de las Américas, ubicado frente a la Universidad
Laica, y que ha dejado cuantiosos daños en seis provincias del país.
“Tengo miedo de que vuelva a pasar uno más
fuerte, que sea una desgracia mayor”, dijo a EL TIEMPO Alberto Becerra, un
joven de 19 años que como muchos se detuvo a observar la estructura rota en
tres enormes pedazos, mientras la lluvia se asomaba en este pujante puerto
sobre el Pacífico.
Son muchos los que dicen que nunca habían
sentido un temblor de semejante magnitud y relatan que en el momento del sismo
el pánico se apoderó de ellos.
“Yo estaba trabajando en un restaurante y
sentí que se estaba cayendo. Quedé en shock y como sin palabras”, relata José
Hidalgo, quien agregó que “casi todos en el edificio salieron corriendo
mientras que otros quedaron como paralizados, adentro”. Para Eduardo Becerra,
de 47 años, la situación fue aterradora. “Yo había salido al centro y estaba
regresando a la casa. Cuando empezó a moverse el piso pensé que el carro tenía
algún imperfecto y paré. Un señor que estaba al lado me dijo que era un
temblor. Traté de comunicarme con la casa, pero nada funcionaba, todo estaba
colapsado”, asegura aún con la voz agitada por la angustia.
Después del sismo, la tranquilidad no llegó.
Muchos guayaquileños decidieron salir de sus casas y pasar la noche en las
calles o en campos abiertos por miedo a que sus casas se les vinieran encima. Y
los que se quedaron no pegaron un ojo.
“La noche fue muy tensa. Dormía y a la vez no
dormía porque yo estaba con mis dos niños y sin mi esposo”, dijo Margarita
Vera.
También en los hospitales guayaquileños se
sintió con fuerza el temblor y por eso algunos fueron evacuados a manera de
prevención. “Yo paso la noche en el hospital en el que trabajo. Cuando llegué
ya lo habían evacuado. A los pacientes los estaban atendiendo en el
parqueadero. Ahí amanecimos todos”, narra Adrián Gómez.
Tanto la gente en la calle, como los medios
de comunicación locales son conscientes de que el país está en estado de
emergencia.
“Ecuador necesita de muchas manos, ahora más
que nunca”, le decía anoche a Radio Sucre uno de los rescatistas scout
desplegados en las zonas del desastre, al tiempo que Joyci Castro, una
guayaquileña de 35 años, pedía orar por aquellos damnificados y también por los
muertos.
En la noche de este domingo se pedía desde el
gobierno contribuir con donaciones de todo tipo para las zonas más duramente
golpeadas. Todos estaban pendientes de las cuatrocientas réplicas que se han
registrado, pues el terremoto se robó la tranquilidad de los ecuatorianos.
“Después de esto, la incertidumbre de una réplica no deja tiempo para el
descanso”, dice desconsolado Hidalgo.
En Ecuador no para de llover.
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